CUENTO BREVE sobre el ALZHEIMER.
¡TOC,TOC! ¿QUIÉN ES?
Luis, era un hombre con fuerza y energía, que a pesar de sus 73 años, necesitaba estar activo. Después de toda una vida trabajando y habiendo sido un gran deportista, ahora disponía de mucho tiempo libre, ya que estaba jubilado, y había decidido sentirse útil para con los suyos.
El bueno de Luis se había impuesto una tarea, y desde el nacimiento de su nieto Jokin, había decidido pasar el mayor tiempo posible con él y disfrutarlo; por eso, desde que el niño empezó la escuela, con dos años, era Luis quien se encargaba de ir a recogerlo al colegio, darle la merienda y llevarlo un rato a jugar al parque.
Jokin y el abuelo, tenían una forma especial de saludarse y, en cuanto el niño salía por la puerta del colegio, buscaba con su vivaz mirada esa tierna figura algo encorvada, a la que tanto adoraba, y corría veloz a su encuentro. Se ponían uno frente al otro. Jokin se tapaba los ojos con ambas manos y esperaba, a que su abuelo Luis, golpeara suavemente con sus grandes nudillos.
- ¡Toc, toc! –decía Luis, contagiado de la alegría de su nieto.
- ¿Quién es? – preguntaba el niño divertido.
- Soy el abuelo Luis.
- Muy bien, pasa – sonreía picaruelo el pequeño esperando la siguiente pregunta.
- ¿A dónde quieres que vayamos hoy?
- ¡Al parque! – gritaba Jokin retirando las manos de su rostro y propinando a su abuelo con un tierno abrazo y un sonoro beso, que a Luis le recompensaba con creces, el largo paseo hasta la escuela.
Así fue durante años. Sucedía día tras día, y aunque Jokin ya contaba con 8 años y sabía volver solo a casa, esperaba con impaciencia ese momento. Sabía, que para el abuelo, aquello era importante y era un lazo que les unía de una forma muy especial. Algo que solo compartía con él.
Un día, a la salida de clase, cuando Jokin buscó con una mirada rápida, entre todos los adultos que esperaban, observó extrañado la ausencia de su abuelo Luis. Pasado un rato, y después de ver cómo poco a poco los demás niños se marchaban acompañados, quedando él únicamente en el patio del colegio, decidió emprender su vuelta a casa en soledad.
Su paso era ligero y decidido, ya que aquel trayecto lo había recorrido en compañía del abuelo un número infinito de veces, y sabía que no tenía pérdida. De pronto, al doblar una esquina, en uno de aquellos bancos del paseo, vio la figura cabizbaja y nerviosa de aquel ser tan entrañable, su abuelo. El corazón le latía tan fuerte, que golpeaba su pecho como un tambor y dos lágrimas rodaron por sus mejillas de emoción.
- ¡Abuelo! –lo miró con ternura -¿Qué haces aquí?
- ¡Jokin, Jokin! ¿Estás bien? Lo siento, no sabía ir a tu colegio, me he perdido.
- Tranquilo abuelo, no pasa nada. Estoy bien.
Jokin lo abrazó con fuerza, lo besó, le cogió de la mano y juntos, como siempre, fueron hasta casa.
A los pocos días, Luis acudió al médico y allí le dieron la mala noticia. Le dijeron que tenía Alzheimer, esa horrible enfermedad degenerativa, que hace que pierdas todos tus recuerdos, después de haber necesitado una vida entera para poder reunirlos.
Ya hace casi tres años de aquel día, y desde entonces, su vida y la de Jokin han cambiado por completo. Pero, aunque su ritual es otro, sigue siendo igual de bonito…
Ahora, es Jokin el que sale del colegio sin detenerse en nada, corre rápido y veloz a través de las calles hasta llegar a casa. Abre la puerta con su llave, responsabilidad de adulto, y sin quitarse siquiera la mochila de su espalda, corre hasta la sala de estar, en busca de la persona que está sentada en la hamaca con la mirada perdida.
Al verlo, tan indefenso y desprotegido, su corazón se enternece y sus ojos se llenan de brillo. Se acerca, coge sus arrugadas y entumecidas manos, tapa esos ojos que han visto tanto con ellas, y le dice:
- ¡Toc, toc! ¿Quién eres y a dónde vamos?
Y una voz suave y temblorosa contesta:
Entonces, Jokin lo abraza y lo besa con mucho cariño.
- Eres el abuelo Luis, nos vamos al parque y yo soy Jokin, tu nieto, que te quiere con locura. ¡Vamos!
“ No sé cómo sigue este cuento,
que todavía no ha terminado.
Temo conocer el resto,
de este relato inacabado.”
Musuak. Besos.
Josune Magunazelai
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